El plan educativo debe estar al compás de la realidad

En honor a la objetividad, en 1564 se escribe por primera vez con un lápiz en inglaterra, tecnología de punta, luego llegan los cuadernos, papel una amplia cadena de necesidades que fueron inevitable. Han transcurrido 458 años, es inaudito que en América latina ni conozcan este instrumento tan novedoso en su tiempo.

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Debemos entender que los cambios en la sociedad son constantes y no se puede parar por muy en desacuerdo que estemos, simplemente planteamos la molestia por lo incómodo que resulta la modernidad y el giro social. Hace 20 años atrás viajar a los municipios del sur era un sueño que se contaban en chistes y anécdotas, el canal seco, es una vía de comunicación al alcance de los lugareños. Es una maravilla que trajo rapidez, interacción de mercado, bienestar en el acceso. Es decir, los cambios son permanentes, pueden ser malos o buenos, es un procedimiento del resultado.

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El actor principal en estos saltos cuánticos es el mismo ser humano, lleno de insatisfacción y un poco de ingenio ha podido llegar a la luna usando un vehículo aeroespacial impulsado con pólvora, electrónica y metal. Valiéndose de la tabla periódica transformó el metal en soportes y conductores para lograr un objetivo. Pero bien, lo que en este instante tratamos de explicar, esto es un tema aburrido y desfasado para algunos jóvenes que entienden del lenguaje artificial. Escuchando con detenimiento al abogado, Edgardo Dumas Rodríguez, en el contexto tecnológico e informativo decir que la tecnología está al alcance de todos, considerando que para la masa que no sabe leer ni escribir que según algunos organismos oscilan entre el 20 por ciento, pero saben usar la pantalla de un celular. El dilema de Rodríguez consiste en que el analfabetismo no solamente está en no saber leer ni escribir, también el poco o nada conocimiento tecnológico. Las falsas noticias tienen más peso que las verdaderas caotizando los comportamientos sociales poniendo en peligro la democracia de un pueblo imberbe. La confusión social es natural, que nos haya dejado el tren por no estar preparado es otro tema, como consecuencia tenemos el dilema de Dumas Rodríguez, le llamamos malo al bueno y bueno al malo, una sociedad contrariada por una equivocada percepción de aprendizaje. En honor a la objetividad, en 1564 se escribe por primera vez con un lápiz en inglaterra, tecnología de punta, luego llegan los cuadernos, papel una amplia cadena de necesidades que fueron inevitable. Han transcurrido 458 años, es inaudito que en América latina ni conozcan este instrumento tan novedoso en su tiempo. El lápiz está pasando de moda, el uso de celular, tablet, computadoras, voz hasta la vista, nos hace pensar en la indigencia intelectual. La velocidad del conocimiento y aprendizaje va dejando a su paso países en el olvido. Mientras las democracias sean tan lentas en producir cambios, hay ciudadanos que se dan cuenta que se transforma en un desecho social por no contar con el aprendizaje necesario para interactuar con el mundo exterior. Es urgente cambiar el chip de la secretaría de educación, de persistir, inevitablemente nos transportaremos a las cavernas.

                           

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